domingo, 13 de noviembre de 2011
Reencarnación
Vaya… Pues parece que todo eso de la reencarnación no era palabrería barata.
Aunque he de reconocer que no esperaba algo así. ¿Tan mala ha sido mi anterior vida para acabar de este modo? Yo creo que no.
Siempre he ido a mis cosas, sin meterme con nadie. Al menos sin mala intención. Que siempre están los delicaditos que te miran mal. Pero aunque no haya sido una vida ejemplar, tampoco creo que merezca esto, sinceramente…
Habrá que asumirlo, eso sí. Soy humano, ya está. Lo he dicho. Es lo único que me queda. Eso y poder hacer fotos a mocetonas como ésta. ¡Tía buena! ¿Dónde estabas tu en mi otra vida?
Texto: Ramón Escolano
Foto: Diego Escolano
jueves, 10 de noviembre de 2011
Un nuevo día
Un nuevo día. Con esa premisa se levanta toda la humanidad cada día. Los optimistas lo lanzarían a los cuatro vientos: ¡Un nuevo día! Y casi podrías ver bailar a las letras con los signos de admiración.
Los pesimistas lo mascullarían: Un nuevo día… Cada palabra desfilaría como un miembro de un cortejo fúnebre. Cada punto suspensivo sería una palada de tierra sobre el ataúd.
Yo…
Yo ayer era de los del primer grupo. Estaba lleno de entusiasmo. Íbamos a hacer historia. A abrir nuevos caminos. A destrozar todas las fronteras conocidas.
Nos habíamos trasladado a otro país, con el fin de evitar influir en acontecimientos de futuros descendientes, como tú Paul. Mi pequeño Paul…
Los pesimistas lo mascullarían: Un nuevo día… Cada palabra desfilaría como un miembro de un cortejo fúnebre. Cada punto suspensivo sería una palada de tierra sobre el ataúd.
Yo…
Yo ayer era de los del primer grupo. Estaba lleno de entusiasmo. Íbamos a hacer historia. A abrir nuevos caminos. A destrozar todas las fronteras conocidas.
- ¡A cien años desde este preciso instante! – Grité
- Cálmate, Bill, aún quedan unos minutos.
Nos habíamos trasladado a otro país, con el fin de evitar influir en acontecimientos de futuros descendientes, como tú Paul. Mi pequeño Paul…
Y no hizo falta. No hubo nada en lo que influir. Y no porque no haya un futuro. Cosa que sigue siendo igual de incierta hoy, de lo que lo podía ser ayer.
Algo falló. No debía. No podía. Pero pasó. Alguien dijo que Dios juega a los dados con la Humanidad. Y es cierto, pero lo hace con los dados trucados. Es un tahúr con un sentido del humor muy macabro.
Seguro que a él le hará mucha gracia nuestro error. Incluso dirá que no hemos fallado del todo. El giro de los acontecimientos me ha llevado a este punto. Soy un hombre de treinta y cuatro años, con apariencia de uno de ochenta, pero con la “biología” de uno de ciento treinta y cuatro. Esa es la ironía. Sí he viajado cien años hacia el futuro, con el inconveniente de que he sido el único que lo ha hecho.
Dudo mucho que recibas esta carta, Paul. Os dirán que he muerto como un héroe. Os entregarán una bandera doblada y alguna medalla.
Y yo… Yo ni siquiera creo que pueda acabar de escribir… Moriré a temprana edad en un cuerpo con demasiada. En un lugar extraño, lejos de ti. Sin haberte conocido más que por una triste ecografía…
Y yo… Yo ni siquiera creo que pueda acabar de escribir… Moriré a temprana edad en un cuerpo con demasiada. En un lugar extraño, lejos de ti. Sin haberte conocido más que por una triste ecografía…
Texto: Ramón Escolano
Foto: Diego escolano
martes, 8 de noviembre de 2011
127 tormenta eléctrica
-
127 tormenta eléctrica… - Anotó con una extraña mezcla de desgana,
miedo y emoción.
Se
habían cumplido las ciento veintiséis predicciones anteriores.
-
¡Ciento veintisiete!
Quiso
sorprenderse, pero ya no podía. Cuando empezó con la lista lo primero que le
pareció fue una soberana estupidez. De eso hacía sólo quince días.
La
encontró de casualidad. Compró un libro de esoterismo, más por echar unas risas
que porque creyera en esas cosas, y venía dentro. Escrita a mano. La caligrafía
daba a entender que la mano que escribió aquello había acumulado todos los
temores conocidos por la humanidad y un par de ellos nuevos.
Le hizo
gracia. Más de la que él esperaba al comprar el libro. Y, más por continuar con
la broma que por interés, decidió ir anotando cuántas de aquellas cosas se
cumplían. Había ciento veintisiete predicciones a cumplirse antes del día
quince de noviembre. Absurdo. Esa era la palabra que le vino a la mente en
primer lugar. Para el día quince faltaban un par de semanas.
-
Ciento veintisiete… - Repitió en voz alta. Como tratando de convencerse
de que aquello no era más que fruto de la casualidad. La desgana con la que
salió el número de su boca no era la mejor manera de convencer a nadie.
Aquella
cifra quedó merodeando por allí, mientras el observaba las luces de la ciudad.
Tras aquellas luces, pensó, hay cientos de historias, de familias, de risas, de
lágrimas… Y todas ellas ajenas a su futuro más inmediato.
Texto: Ramón Escolano
Foto: Diego J. Escolano
No puedes contarle esto a nadie…
Por el
claro que dejaban las nubes vio como desaparecía la nave nodriza. Con la misma velocidad apareció en su mente un pensamiento. Una consigna: “No puedes
contarle esto a nadie…” Esa frase retumbó durante unos instantes por su cabeza
como el eco en los Alpes.
¿Cómo iba a contarlo? ¿Quién iba a creerle? Cerró
la puerta de la terraza sin mirar más al firmamento. Con la esperanza de que
todo hubiera sido un mal sueño. Con la esperanza de que mañana tuviera una
resaca monumental…en lugar de notar como le palpitaba aquella cosa que le
habían introducido en la base del cráneo…
Texto: Ramón Escolano
Foto: Diego J. Escolano
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